3/5/08

Los nombres del Nombre

En algún momento el hombre fue hombre. Dejó de ser hombre para convertirse en Hombre. A no distraerse con el género. Se trata de algo que lo roza en su tangente. Pero vuelvo, al nombre.
Me llamo Pablo; y en eso me identifico. Lo mismo le pasó a los primeros hombres. Se nombraron. En el nombre esta la chispa que lanzó la potencia del Hombre. Nombrar es posible porque hay dos. El plural es lo que habilita al nombramiento puesto que reclama, no solo a la singularidad, sino al ser llamado gracias a que hay algo de aquel que lo expone (y en la exposición lo resalta) como existente. Cuando en el conjunto hay dos, son dos las singularidades y en eso se liquida la estructura. Cuando el tercero se hace evidente (el tercero es multiplicidad, y, con la multiplicidad, posibilidad de infinito), no solo lo que se presenta de cada uno es la singularidad en su nombre sino que un común tergiversa la estructura del dos. Esto quiere decir que además de ser cada uno son algo como comunes a lo que los une. Hay una unidad.

Somos cuerpos, pero no de un solo nombre.

Con la estructura de multiplicidades de sujetos se disparó, justa y paralelamente, las capas de nombres, designaciones, que fuimos adquiriendo. Contiguamente a la adquisición de las designaciones fuimos incorporándolas con distinta fuerza sobre la piel. Y como el nombre y la unidad no son tan lejanos, aquello que nos une (no el lazo exterior que puede existir o no, sino el lazo interior que se dibuja en el hacer de cada uno con el otro) determinó el modo y la fuerza con que el nombre se adhiere.
En la profesión somos colegas. En la sociedad, socios. Para la política nos denominamos compañeros. En la amistad, amigos. En la escuela, a-lumnos.

Esas designaciones no son mas que la contracción de un predicado que, curiosamente, en el guaraní esta vivo; Yo-compañero-trabajo. Yo-compañero-profesión. Yo-compañero-política. Yo-compañero- escuela. En guaraní: Ye-trabajo-irû. Ye-escuela-irû. Etc.

La cuestión, entonces, esta en identificar que caracteriza a una relación para ver cómo se desprende el nombre. El nombre y la función son lo mismo.

Recientemente surgió, en un acontecimiento signado por lo colectivo, la necesidad de incorporar un nombre que nombre al que se ve colectivizado. Sin embargo, se dio una complicación ya que, en primer lugar es necesario algo que denomine por la función y por el lazo externo (Por la relación al otro y al conjunto en su totalidad[Espacio AAENU]) y por otro lado, al existir la necesidad de la doble denominación, el nombramiento de la relacion en el intercambio se complejiza por la estructura del ámbito. Al haber propuestas que se consituyen como espacios se da una relación. Al haber espacios dentro de Espacio AAENU se da otra relación, puesto que lo que une cambia. Además, ninguna de las dos relaciones se pierde al existir la otra. Y la Otra es infinita porque la reproducción del espacio lo es.

Yace aquí el dilema, ya no del dos para nombrar lo singular o el tres para nombrar lo común, sino el uno para nombrar lo múltiple.

AAENU en CQC